lunes, 16 de noviembre de 2015

Crítica al sistema penitenciario


A continuación una pequeña entrevista de cinco preguntas sobre el tema a Carlos Perrotta, abogado penalista.

 ¿Cree que el servicio penitenciario de hoy en día reforme verdaderamente a los presos?
 _No. En absoluto.
¿Por qué piensa eso?
_Por lo mal organizado que está todo el sistema relacionado con el delito.
 No existe prevención. La droga empeoró todo el problema y el Sistema Penitenciario, que es la última etapa del proceso que ha llevado a un hombre a la cárcel, es más una escuela de delincuentes que un instituto destinado a la reforma y reinserción social de los condenados.
 Pese al dinero que se invierte, de acuerdo a los presupuestos asignados, en el Servicio Penitenciario, los sueldos de los guardiacárceles son escasos y el alojamiento, trato y alimentación que se da a los internos es poco menos que miserable. En casi todos los penales del país, son los familiares los que proveen de comida, indumentaria y ropa de cama a los presos.

 ¿Piensa que alguna vez fue mejor el sistema?
 _Sí. Fue peor también. Así, con el antiguo Código Penal que rigió hasta 1922, año en que entró en vigencia el actual, amén de que incluía la pena de muerte, imponía otras diez clases de penas. Algunas de ellas eran de extrema dureza, como cuando la condena incluía trabajos forzados, éstos debían ser “duros y penosos”.
 Ni que hablar de lo que fue la colonia penal de la Isla de los Estados, que terminó con un sangriento motín que derivó en la destrucción de muchas de las instalaciones y la fuga de los allí condenados. Aunque en principio era un penal militar, posteriormente hubierón también presos comunes.
  No obstante, eh de destacar que había institutos modelo como la “Penitenciaría Nacional”, que estaba ubicada en la Avenida Las Heras en su intersección con Coronel Días. En ella los presidiarios, ocupaban celdas individuales, efectuando trabajos durante el día en talleres especialmente creados para que aprendieran y desarrollaran un oficio. Se dedicaban ocho horas al descanso, ocho al trabajo y otras ocho a comidas y recreos.
 El Código actual establece solo cuatro clases de pena, de las cuales hoy rigen solamente tres, (prisión, multa e inhabilitación).  Pero la mayor reforma se produjo en la década del cuarenta, cuando durante el primer gobierno de Perón, se designó como director de todo el sistema federal carcelario al doctor Petinatto, quien ocupó el cargo durante varios años.
 La principal reforma fue, sin duda, el cierre del presidio de Ushuaia, que sucedió al de la Isla de los Estados, el que si bien no estaba constituido por barracones, como aquel, por el extremo frío y los trabajos que debían llevar a cabo los internos, excedían los límites del justo trato que debe recibir un ser humano.
 Además se desterró para siempre el uso de los grillos que muchos de los condenados debían llevar, generalmente por trabajar afuera del penal. Y también se eliminó el tristemente célebre traje a rayas, que fue remplazado de un solo color.
 También, durante la época en que el Instituto de Detención de Villa Devoto estuvo dirigida por el Alcaide Angliggiani y posteriormente por Andereggen. Funcionaban entonces una fábrica de baldosas, una de pan y otra de pelotas de futbol de cuero. Como los trabajos forzados de habían suprimido, los puestos eran llenados por aquellos presos que querían trabajar. Quiero aclarar que la mayoría de los detenidos quería hacerlo porque se les pasaba más rápido el día. De las ventas de las baldosas se obtenía dinero que permitía mantener, lo mejor posible, las instalaciones del instituto.
 El pan se derivaba a orfanatos, asilos y colegios públicos de la ciudad.
 Los balones de futbol, que eran de excelente calidad, tenían el mismo destino que las baldosas.

¿Cuál cree que sería la forma de solucionar los problemas actuales?
_Si bien la solución debe ser integral, lo más grave y lo que debe finiquitar urgentemente, es el ingreso de drogas en las cárceles. Para ello deben mejorarse sensiblemente los sueldos de los integrantes del Servicio Penitenciario. Ya sabemos que el dinero de la droga suele vencer cualquier barrera. En alguna oportunidad se instalaron maquinas detectoras de drogas en los ingresos de parientes, personal penitenciario y letrados al penal. En 48 horas y sin que se haya sabido por manos de quien, la maquinas fueron inutilizadas.
 Deben mejorarse los servicios médicos, en especial los que puedan atender a la cura de las adicciones a los estupefacientes.
 Hay que observar el precepto constitucional que establece que las cárceles “deben ser sanas y limpias”, para seguridad y no para castigo de los condenados.
 (Este concepto de seguridad ha sido mal interpretado: Es para proteger a los ciudadanos y no a los reclusos.)
 Debe aplicarse a rajatabla el artículo 13 del Código penal que estatuye los requisitos de un condenado para poder obtener el beneficio. LO QUE HOY DÍA NO SE HACE.
 Hay que manejarse con extremo cuidado en el caso de los violadores, ya que la gran mayoría de los profesionales de la medicina entienden que nunca terminan de recuperarse y que cuando reinciden aumentan su agresividad.
 Fundamental también es terminar con el analfabetismo en las prisiones y fomentar el acceso a estudios superiores.
 De la misma forma corresponde castigar a aquellos agentes penitenciarios que ejerzan violencia contra los detenidos.
 ¿Se puede solucionar rápidamente  o tendría que ser un plan a largo plazo?
 Repito que la eliminación de la droga es lo que más urgencia exige ya que prácticamente sería reducir los demás problemas a la mitad.
 Pero, respecto de todos los demás problemas, deberían acordarse políticas de estado con objetivos y plazos definidos. Estimo que no podrían llevar menos de 10 años.

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